Economía en la nueva España.
Una vez consolidado el proceso de conquista, los españoles se convirtieron en los principales beneficiarios de las riquezas naturales y de la explotación del trabajo nativo. En un principio el control de los pueblos conquistados se llevó a cabo conservando la estructura económica prehispánica basada en el pago de tributo.
El proceso económico colonial se inicio teniendo en cuenta dos razones principales: la abundancia de mano de obra indígena y las posibilidades de explotación material que ofrecía el nuevo continente. Para cumplir con estas condiciones, en 1526 se estableció la encomienda en la Nueva España.
La encomienda oficialmente consistía en el reparto de tierras y comunidades indígenas para el uso de los conquistadores y colonos. Los encomendados se encargarían de atender las necesidades de los españoles, a cambio de recibir protección y los elementos básicos para su evangelización por ser considerados infieles.
Esta fue el origen de la concesión del trabajo obligatorio y casi gratuito de millones de seres humanos, en beneficio de una minoría privilegiada. La encomienda represento, más allá del propósito religioso, un recurso para la explotación del indígena y para sustentar la economía colonial.
Algunos encomenderos promovieron en su encomienda nuevas actividades económicas desconocidas hasta ese momento por los antiguos habitantes: la ganadería, la siembre de trigo y de caña de azúcar y la minería; de ellas, la minería fue la que tuvo mayor importancia durante el siglo XVI. Estas actividades fueron apoyadas por empresarios peninsulares, quienes se asociaban con el encomendero y aportaban capital para promover su desarrollo. Pero además del capital era necesaria una gran cantidad de mano de obra. La mano de obra nativa había mermado por causas diversas como las epidemias y los malos tratos, además de que algunos frailes evangelizadores se oponían a la explotación del trabajo indígena.
Una vez consolidado el proceso de conquista, los españoles se convirtieron en los principales beneficiarios de las riquezas naturales y de la explotación del trabajo nativo. En un principio el control de los pueblos conquistados se llevó a cabo conservando la estructura económica prehispánica basada en el pago de tributo.
El proceso económico colonial se inicio teniendo en cuenta dos razones principales: la abundancia de mano de obra indígena y las posibilidades de explotación material que ofrecía el nuevo continente. Para cumplir con estas condiciones, en 1526 se estableció la encomienda en la Nueva España.
La encomienda oficialmente consistía en el reparto de tierras y comunidades indígenas para el uso de los conquistadores y colonos. Los encomendados se encargarían de atender las necesidades de los españoles, a cambio de recibir protección y los elementos básicos para su evangelización por ser considerados infieles.
Esta fue el origen de la concesión del trabajo obligatorio y casi gratuito de millones de seres humanos, en beneficio de una minoría privilegiada. La encomienda represento, más allá del propósito religioso, un recurso para la explotación del indígena y para sustentar la economía colonial.
Algunos encomenderos promovieron en su encomienda nuevas actividades económicas desconocidas hasta ese momento por los antiguos habitantes: la ganadería, la siembre de trigo y de caña de azúcar y la minería; de ellas, la minería fue la que tuvo mayor importancia durante el siglo XVI. Estas actividades fueron apoyadas por empresarios peninsulares, quienes se asociaban con el encomendero y aportaban capital para promover su desarrollo. Pero además del capital era necesaria una gran cantidad de mano de obra. La mano de obra nativa había mermado por causas diversas como las epidemias y los malos tratos, además de que algunos frailes evangelizadores se oponían a la explotación del trabajo indígena.
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